“La ignorancia es audaz y lo pretende todo. El que lee se da cuenta de su verdadero valor y no aspirará sino a lo que esté seguro de comprender y de poder desempeñar”.
Guillermo Andreve

domingo, 4 de septiembre de 2011

“¿Señor, sabe dónde está la sección para niños?”


Una vista del PI de la 7º Feria Internacional del Libro de Panamá;
básicamente estaba vacío.
 “¿Señor, sabe dónde está la sección para niños?” La pregunta hace referencia al Pabellón Infantil de la 7º Feria Internacional del Libro de Panamá realizada recientemente en Atlapa. Pero lo que nos deja  petrificados no es la pregunta, si no quién nos la hace: una niña. Su padre la sujeta de la mano y él nos mira esperando una contestación, como alguien que espera la respuesta de un acertijo. Bajamos la mirada y volvemos a la niña: “Es aquí, mi reina”. Hemos sentido muchas veces lo que se llama pena ajena; eso de trágame tierra, pero esta vez realmente queríamos que la tierra se abriera y nos desapareciera.

 
Vamos a referirnos lo más objetivamente posible, no sin una buena dosis crítica, al Pabellón Infantil (de aquí en adelante: PI), de la 7º Feria Internacional del Libro. Dejaremos claro que no tenemos malas intenciones, pues no tiene ni siquiera sentido tenerlas. Tampoco vamos a ser cariñosos. Vamos a ayudarnos de algunas mentes que han reflexionado sobre el tema de la lectura como representación social, como significado social; para tratar de entender qué ha pasado con el llamado PI de la Feria Internacional del Libro de Panamá.

Vamos a empezar citando a Emilia Ferreiro, una de las investigadoras más destacadas de América Latina sobre la lectura y la escritura. Dice Ferreiro: “No podemos reducir al niño a un par de ojos que ven, un par de oídos que escuchan, un aparato fonatorio que emite sonidos y una mano que aprieta con torpeza un lápiz sobre una hoja de papel” Y continúa: “Detrás (o más allá) de los ojos, los oídos, el aparato fonatorio y una mano hay un sujeto que piensa…
 

Una niña pinta en el stand de la Fundación Olga Sinclair
 
El PI se ha convertido en un escenario para distraer los sentidos,  para corromperlos y entorpecerlos. El PI no estimula el pensamiento creativo; promueve la mediocridad. El PI no es para asombrar, observar y sentir; es para aburrir, mirar (sin extrañez) y comer.  No es un lugar donde los padres pueden llevar a sus hijos a educar los sentidos, a ser tratados como sujetos pensantes. Tarimas con concursos de pasa-pasa y regueton (no tenemos nada en contra de estas representaciones juveniles, pero no estaban ubicados); animadores sacados de una tarima de carnaval que ponen a los niños a brincar para ganarse una chuchería; stands muy hermosos con globos, pero vacíos por dentro. Ese es el PI de la Feria Internacional del Libro de Panamá.

Lo más seguro es que los responsables del PI se defiendan con un discurso donde argumentarán que la Feria no es una escuela, que los niños y niñas no van a la feria a aprender, sino a divertirse; que sí había cultura: “¿acaso están ciegos…no vieron ustedes a los niños cantando y bailando en la tarima? O en última instancia que no hay dinero para más.

De no ser por el espacio de la Fundación Olga Sinclair, PIALI, la Academia Panameña de Literatura Infantil, el INAC y la BINAL (tenemos que sumar el stand de la Primera Dama, que pudo ser mucho mejor), hubiese sido un caos total. Pero estas personas lo salvaron con las uñas. ¿Qué hacían el stand del Metrobus, buhoneros que hemos visto en la Central, un stand de literatura religiosa en el PI? Nunca lo sabremos, ni queremos saber. Lo que sabemos es que la Feria Internacional del Libro de Panamá ha cercenado prácticamente el pasaporte a esa aventura del aprendizaje inteligente. Este aprendizaje inteligente se puede traducir en derecho y ciudadanía.



Promotores de lectura trabajan
en el stand de la Biblioteca Nacional
 
Y ya que hablamos de derechos y ciudadanía, preguntas: ¿La lectura es un problema exclusivo de la escuela? Un nicho como la Feria del Libro, que se identifica como el Proyecto Cultural de Panamá, ¿No tiene el deber de crear un espacio propicio que promueva la cultura desde la lectura para los niños? Primero que nada, hay que recordar que estamos discutiendo sobre la Feria Internacional del Libro, no de Expocomer, ni la Feria de Artesanía, ni de la Feria del Marisco; del LIBRO. Un espacio donde la construcción de la democracia y la ciudadanía parten de que la lectura es un derecho. Y la construcción de la democracia, la ciudadanía y la libertad deberían ser los principios de todos los libreros y editores, quienes le sacan mucho provecho a la Feria del Libro, ya que, sobre todo, es un Proyecto Comercial.

Para ilustrar esto un poco, vamos a tener que dar una mirada pretérita. Hace una friolera de años el poeta Calímaco confeccionó el primer catálogo de libros y es probable que haya sido el primer librero de la historia. Aristarco fue el director de la Biblioteca de Alejandría, la célebre biblioteca que Ptolomeo I hizo construir en memoria a Alejandro Magno, y fue también el primer editor de los autores clásicos, y,  junto a Aristófanes, quien inventó la puntuación, fueron los dos más notables editores de la época de Ptolomeo II. De no haber sido por ellos, quizá no conociéramos hoy el legado griego. 

Quizá muy pocos saben que fue Pisístrato quien se encargó de las obras de Homero, que antes sólo existían en forma de tradición oral. Además de copiarlas, Pisístrato se encargó de que se distribuyeran: así apareció el concepto de libro comercial. La labor hecha por Pisístrato con la obra de Homero es un punto de referencia para el proyecto de la cultura de la libertad. Este acontecimiento no sólo convirtió a los atenienses en ilustrados, sino que despertó el amor por las letras en todo el Continente y estableció el valor y el sentido de la libertad: el concepto de democracia se fortaleció con la literatura.
  

Una vista del stand de la
Academia Panameña de Literatura Infantil
 
¿Qué queremos demostrar con este alarde histórico? Muy simple: Los antiguos libreros y editores eran verdaderos promotores de lectura. Y algo más: la lectura para ellos tenía un valor, un sitio en el imaginario social; un significado social. Me temo que el valor social de la palabra lo han perdido los actuales comerciantes de libros. De allí el abandono del PI de la Feria del Libro. ¿De quién es la responsabilidad en primera instancia de velar de que haya un PI digno para los niños y jóvenes? De la Cámara Panameña del Libro, que está integrada por comerciantes del libro. La CAPALI puede tener buenas intenciones en trabajar en un proyecto cultural, pero está descuidando una parte que en sus inicios era tomada en cuenta.

Cito a Graciela Montes. “La industria del libro (…), busca desesperadamente acoplar la lectura a “los tiempos que corren”, para cumplir con su propósito, que no es, sin embargo, el de generar más lectores, sino el de vender más libros”. Y añade: “…han terminado por deteriorar aún más la significación social de la lectura…”. Esto, para nuestro concepto, es lo que está pasando en Panamá: la lectura ya no significa. Los libreros deberían ser los primeros en darle un significado social a la lectura. Esto implicaría apropiarse de espacios donde el imaginario infantil sea respetado, no ofendido con una escenografía de cumpleaños y payasos pintando caritas. También implica buscar aliados, a todos los mediadores que tengan que ver con el universo infantil, tanto del sector público como privado, no dejarle la decisión a una sola persona.



Amigos de Piali y la
Academia Panameña de Literatura Infantil
 realizan un taller con los niños.
 
Parece que los que están en el sector de la industria editorial han perdido la sensibilidad y la visión que tenían Calímaco, Ptolomeo y Pisístrato (¿será que es verdad que los valores se pierden con el tiempo?). La lectura como ilusión, para soñar, para construir mundos posibles, para liberar, para habitar carencias, para imaginar realidades posibles, para nombrar lo cotidiano, para crear, ya no es el objetivo; ahora es la lectura para vender, para sumar, para contabilizar. “El lector es muy mal caracterizado cuando se lo define simplemente como un cliente”, nos dice Emilia Ferreiro.  Y Ralph Waldo Emerson creía que el lector debía aprender a adivinar los libros, a sentir los libros. El PI no permite ese encuentro porque no existe la presencia del libro.

Volvemos a Emerson. Él pensaba que la lectura es creativa y activa. Pensaba  que la vida de cada lector debe considerarse como un texto, nos dice Robert D. Richardson. Que debe fortalecerse la autoridad del lector y el autor, por encima del hecho mismo de la lectura. Y nos habla de los límites y peligros de la lectura. Esto nos da una idea que se puede convertir en consejo para los organizadores del PI: no permitan que el libro objeto, prime sobre la persona sujeto. Una feria es un espacio transitorio, efímero; sospechamos de las cosas transitorias, pero esa fragilidad espacial y temporal puede servir para re-encontrar al autor (del objeto) con los jóvenes y niños (los sujetos). Recordamos con nostalgia cuando en las primeras ferias los autores iban al PI a leerles a los niños. ¿Por qué las cosas buenas son asesinadas?


Niños aprovechan el vacío para al menos jugar al fotball

Queremos cerrar con una reflexión en torno a unas palabras también de Emilia Farreiro: “No es posible seguir apostando a la democracia sin hacer los esfuerzos necesarios para aumentar los números de lectores (lectores plenos, no descifradores)”. Las prácticas de lectura y el ejercicio de la democracia tienen muchos nichos. La Feria del Libro es uno de esos nichos y tiene la obligación de construir espacios poéticos para la lectura y espacios democráticos para la expresión ciudadana, donde la cultura esté representada desde la lectura y la libertad ciudadana. Así como hay preocupación por crear un ambiente para las humanidades* en las jornadas culturales y presentaciones de libros, debe haber un sitio para el imaginario infantil y juvenil. De lo contrario, seremos cómplices de la mediocridad y del desarraigo democrático.

Carlos Fong,
Oficina del Plan Nacional de Lectura
del Instituto Nacional de Cultura.

*Leer a Marcos A. Gandásegui, hijo en: http://marcoagandasegui11.blogspot.com/
 







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